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Se necesitan acciones severas contra ultrajes

Existen violencias que deben tener de manera urgente acciones en contra, pues sus efectos son absolutamente severos. Abusos sexuales y la violencia contra la mujer, antes que amainar, superan cifras año tras año, llegando a niveles absurdos de casos casi diarios.

Las más abominables prácticas del ser humano tienen que ver con ambas modalidades de irracionalidad contra las personas, pues todo abuso afecta a indefensos.

Obligar a mantener relaciones sexuales al otro constituye un hecho deleznable, pero contrariamente en aumento. Desde golpes por celos, borracheras, hasta asesinatos con saña, enumeran registros de padecimientos repetitivos en el Paraguay.

Terribles hechos denunciados marcan a las claras la situación de algunos exponentes de la sociedad, que a medida que avanza el tiempo se convierte en más perversa e insana.

Son varios casos espantosos de abusos en la zona y en todo el país, que no pueden seguir siendo solo tapa de medios, para luego convertirse en olvidos.

Un hecho de violencia, no solo atenta contra la integridad física de la persona, sino contra su propia existencia, siendo  violentadas en lo más íntimo de la persona.

No son hechos punibles comunes o mínimos.

Si siguen existiendo exponentes que procedan con tamaña brutalidad contra sus propias parejas es porque no se ha tomado medida efectiva que pueda frenarlas.

Ejemplares similares a bestias que fungen de seres humanos no pueden seguir como si nada, o con leves sanciones.

Miles de hechos de salvajismo que sacuden a familias paraguayas son callados por la ignorancia, pobreza, vergüenza o temor, ya que no se actúa.

La desidia también es familiar, pues en varios casos, el primer anillo de soporte obliga a guardar silencios por mantener falsa imagen social, hasta que sucede lo peor.

La pobreza o dependencia material, es un aspecto que también incide en el crecimiento de la forzada aceptación de abominaciones.

La prostitución infantil y las distintas formas de violaciones, donde por unos pocos guaraníes, padres o tutores comercializan la dignidad de sus hijos, no son ciencia ficción.

No existe otra forma de contrarrestar a estos males y a sus promotores, más que la custodia de las instituciones legalmente investidas.

De la misma forma, el castigo ejemplar a los aberrantes degenerados, no solo con medidas de alejamientos, sino con la cárcel más hedionda, podría evitar consecución de abusos y prevenir asesinatos.

Los números muestran que el mal tiende a aumentar, y un castigo fuerte en estos casos, realmente es pertinente.

Las autoridades no pueden seguir eludiendo respuestas a inquietudes sociales, primordialmente legisladores y referentes judiciales.

La lucha contra el mal social de la violencia debe involucrar a todos, así como el incremento de la exigencia al Gobierno que ejerza su rol protector.

Términos medios no sirven, sino actuar con severidad.

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