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Sin tolerancia para errores y desidias

Teniendo en cuenta las necesidades poblacionales y el hartazgo ciudadano para inconductas de la clase política, el Gobierno de Santiago Peña no tiene margen para repetir errores y desidias.

Ni siquiera intentos de  fortalecimiento de proyectos para soluciones de los principales problemas de la sociedad paraguaya se han visto en estos meses de gestión, por lo que es más que necesario que se deje de lado auto-extorsiones y se corten hilos del titiritero.

No se puede seguir como regla improvisaciones y despropósito. Solo un seudo líder tiene titubeos.

La expectativa positiva sobre una buena administración empieza a diluirse, pues se ve de manera concreta que el pulso tiembla, o mejor, que otro maneja el movimiento no solo del pulso, sino de todas las extremidades.

Intenciones y buenas voluntades no sirven de mucho para ir cortando la brecha de las desigualdades humanas, esperándose firmeza en la toma de decisiones para beneficio general.

Encaminar acciones paliativas no son soluciones necesarias y lo inocuo como auto-aumentos, es tan necio que cae por su propio peso.

La mediocridad que caracterizó históricamente la gestión oficial se extiende al presente período, con actores políticos hambrientos y exigiendo beneficios por respaldos.

Al menos hay que intentar ser útil y sumar.

Solo ver el beneficio personal o partidario como base de acciones, acelera molestias de la población que ya comienza a perder la paciencia ante tanta porquería junta y en corto tiempo.

Se necesita del Jefe de Estado conductas serias y menos dilapidaciones de oportunidades para crear un Paraguay  equitativo y de oportunidad de mejorías para todos.

Se ha visto extrema desvergüenza desde el Poder Legislativo, y la pasividad rara de quien se presentó como estratega ideal.

De momento hay mayorías en corporaciones legislativas, pero a un altísimo precio, que varía entre bajarse los pantalones y entregar el cuello.

Esta ruleta rusa al que se somete Peña no puede terminar bien, por lo que parar con el sometimiento no es una cuestión de gusto, sino de supervivencia.

Hay más visibilidad de los poderes fácticos, que de aquel efectivamente investido.

Hacer bien el trabajo es obligación primera del Mandatario, así como mostrar algo de liderazgo real. Ser extensión de pensamientos, ideología y posicionamiento de otros, solo debería ser válido cuando es del pueblo y para el pueblo. Los apoyos serán naturales si las acciones son las correctas, sin necesidad de someterse a ningún cohecho de marginales vestidos de diputados y senadores.

El patrón es el pueblo, por lo que entenderlo dará un respiro al confundido y ahogado titular del Poder Ejecutivo.

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