En este mismo espacio se reiteraba la necesidad que instituciones de carácter público optimicen los recursos ciudadanos y den prioridad a la prioridad. Entiéndase prioridad general y no la particular.
Y es así que se sale de lucecitas navideñas como lo mejor hecho en 12 meses de gestión con presupuesto altísimo, a repetir festivales artísticos como lo más significativo en materia de emprendimiento comunal, financiado con dinero de los contribuyentes y encima exigiendo pago a los participantes. El patrón solventa el evento y luego debe pagar por ingresar a su fiesta. Esto se aplaude como cretinos.
Quizás haya confusión sobre la labor de un jefe comunal y un promotor de eventos.
En el Este los referentes enfatizan exponencialmente el vyroreí, plantando “pan y circo”.
Pero el humo solo elude la vista de quienes no quieren ver la realidad de mediocridad institucional de Miguel Prieto.
En casi todo el periodo de gestión del citado, sumándole el anterior, se ha sobresalido por más ruido que otra cosa. Pero como es propio de inicio de periodos electorales, ahora se insistirá con labores que efectivamente debieron cumplirse en tiempo y forma. Bienvenido sea el repetido proselitismo con recursos del pueblo.
Ciudad del Este sigue desamparada de líderes positivos y del manejo transparente del dinero de todos.
Se juega en demasía con el populismo, y ello, pese a lo inocuo para el bienestar general sostenible, empieza a tener un sabor más amargo, debido a que las necesidades se acrecientan día a día. Manejar una capital departamental debería ser un privilegio y una responsabilidad tal, que direccione todo lo actuado en base al interés superior y el celoso uso de los recursos comunitarios.
De nuevo salirse con eventos antes que asfaltar trayectos intransitables, es un desatino tan grande como el negociado en la adquisición de kits entregados en pandemia. Cada bluf cuesta miles de millones a la comuna, por lo que el desperdicio solo no es percibido en secuaces de calaña calcada.
Persuadir a incautos no es ningún mérito de liderazgos sobrenaturales y se empieza a disipar cortinas populistas, dejando al desnudo malvivencias y derroches, iguales o más descarados a los vividos en tiempos de los colorados.
Se hizo muy poco en largos años de mandato, por lo que el intendente, por más cara de triunfante que intente poner, solo hace muecas de la realidad. Se intenta con mucho esfuerzo arropar mediocridad con nimiedades, que resulta ridículo lo que se hace.
Los que asisten a eventos van por los artistas pagados con sus impuestos, y no a apoyar a fulanos integrantes de organizaciones mafiosas.
No hay rubor, por la quietud del pueblo, pero que a medida que pasa el tiempo, siente los rigores de la ineficiencia estatal que sigue intentando alimentar estómagos vacíos con caramelitos.
Las autoridades municipales se convierten en chimeneas y perorateros, utilizando bravuconadas antes que explicaciones formales y legales de conductas sobre el dinero público. Hay irregularidades y desidias inocultables, que más temprano que tarde deberán ser sancionadas con el rigor que ellas requieren.