Cuando una determinación con dinero del pueblo no tiene criterios de necesario, adecuado y justo, es malversación de fondos. Hacer vito con recursos públicos es malévolo, y más temprano que tarde termina por demostrarse que populismos tienen un absurdo costo para la ciudadanía.
Los buses eléctricos, adquiridos como la gran cosa por la administración municipal a cargo de Miguel Prieto, han resultado un fiasco indisimulable con el que los contribuyentes tendrán que cargar por años. Sesenta y cuatro mil millones de guaraníes no son poca cosa, y desde el principio era evidente que no tenía sentido comprar buses con dinero del pueblo para que utilicen el servicio ciudadanos que deben pagar por ello. Recaudar menos de G. 200.000 por día echa por tierra cualquier defensa válida por el negociado.
Es una burla venida de payasos sin gracia, que creen que pueden vender espejitos con marketing de baja monta y salir airosos. No hay forma que populismos puedan ser sostenidos, al menos en una comunidad con gente medianamente entendida sobre sus derechos y obligaciones.
El desperdicio del dinero municipal tiene sanción penal, con lo que haciendo chistes por denuncias formales por el incorrecto uso de recursos públicos no sirve para eximir de responsabilidades por atrocidades.
La obligación legal y moral de una autoridad municipal es el celoso custodio del dinero del pueblo, con lo que toda gestión de ella debe darse con criterios básicos de administración pública. Las torpezas son inadmisibles, pues no se está manejando un boliche.
La falta de seriedad tiene este resultado, y deberá indefectiblemente generar consecuencias contempladas en las normas de la materia, no siendo ello persecución de nadie, más que de las leyes.
Todo lo que sale del conducto de utilidad general es despilfarro, cuenten la historia de la forma que fuere. No se puede tapar al sol con un dedo, y la mediocridad intelectual y ética de los actores políticos actuales se nota a kilómetros de distancia.
Vivir bajo la brújula del capricho, o impulsado por alucinógenos, no es para la función pública.
Se alardea por nada, y encima se bravuconea.
No ha cambiado nada en la comuna esteña, por lo que la antesala del culmen de mandatos no sale de la insignificancia. Lo incorrecto predominó, pese a promesas de diferencias con antecesores, por lo que también se es experto en el engaño. La ilusión de una buena gestión ni siquiera convence a fanáticos que reciben salario municipal para aplaudir hasta balbuceadas del Jefe Comunal, por lo que mostrar interés en hacer bien los deberes podría desatar un nudo de la soga al cuello.
Mirar arriba, desde la perspectiva del ego es espejismo. Séquitos que solo aplauden, son el peor enemigo de la realidad, por lo que despertarse del letargo ayudará a Prieto a evitar epitafios políticos prematuros. Ser adulado por el entorno no brinda salvoconductos de salvación.