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Unidades y acciones sobre lo correcto

Al menos en lo que es necesario para dar respuestas adecuadas a las inquietudes ciudadanas, todo paso que den las autoridades en el actuar oficial, debe estar motivado por la búsqueda de lo correcto, pese a coyunturas.

Y siguiendo con la poesía, en asuntos políticos, todo quien ocupe un cargo de relevancia debe buscar denodadamente el bienestar de la comunidad en general, sustentado en las leyes.

Pero la realidad sin tapujos, muestra que lo expuesto no es más que teorizaciones y retórica, pues los líderes encaminaron opciones hacia propios intereses y de quienes los sostienen en esferas de mando.

Para que se alcance algún cambio sustancial en el país, la clase política ya no puede seguir teniendo margen para faltar a las pautas fundamentales de la esencia misma de esta instancia instituida para el bien común.

Las unidades deben establecerse sobre el cimiento del patriotismo, que no debe ser opción, sino obligación de las autoridades, sean ellas nacionales o locales.

Desde la capacidad de discernimiento, que permite una visión propia y clara de lo bueno y lo malo, a la conciencia de tener el compromiso de proteger lo correcto y atacar lo que no es, independientemente a presiones externas, deben ser parte de quienes ostentan el poder.

Lo correcto, lo honesto y lo útil para todos, debería ser el bendito de los de la clase política.

Es inadmisible que a cada tanto se tenga que negociar con la verdad y la honestidad, por cuestiones de tranquilidad comprada para una falsa gobernabilidad.

Es lamentable que se siga exponiendo lo indebido, cuando la única opción disponible para impulsar el bienestar sea la transparencia, el correcto uso de los bienes estatales y la adecuada distribución de la riqueza.

Tan solo con adecuarse a los requerimientos ciudadanos, el Paraguay habrá dado pasos agigantados en la perspectiva de realidades mejores.

Desde la cabeza del Poder Ejecutivo, hasta el último cargo de jefe de organismos y entidades del Estado, deben vivenciar lo justo y útil.

Hasta tanto no se salga de la acostumbrada conducción mercenaria y corrupta, lo irregular predominará y los que estarán mejor seguirán siendo los mismos de siempre.

Si bien las autoridades fueron electas por medio de las plataformas partidarias, no existe como figura legal la obediencia debida, por lo que basarse en la autodeterminación que brinda la libertad individual para decidir por lo que la población necesita, debe ser la principal motivación y no mandatos de organizaciones políticas.

El pueblo espera hace bastante tiempo el cumplimiento de promesas, centrando en cada periodo esperanzas en quienes en dulces discursos juran que serán reivindicadores de la clase política, pero que hasta el momento solo son un mar de incoherencias.

Pero ese fallo se da por el criterio de la ciudanía que cree que solo tiene el derecho al voto, y que con la elección culmina su capacidad de incidir en la toma de decisiones. El pueblo es el verdadero propietario del poder, y es este el que debe imponer intereses y sancionar a quienes no cumplen con los preceptos esperados. La ciudadanía debe involucrarse en dar seguimiento de acciones de modo a obligar a sus representantes que opten por lo que debe ser.

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