La presente campaña de invierno 2024 para proteger contra la influenza y el Covid-19, iniciada en la semana, apunta a inmunizar al mayor número posible de niños, embarazadas, personas adultas mayores, inmunocomprometidos y profesionales de salud.
Todo tipo de campaña de estas características ha tropezado con repetidas dificultades, que no solo desdibujan el trabajo del Ministerio de Salud Pública, sino que coloca en jaque a toda la población, pese a creencias contrarias.
Hay que tener consciencia que lo que se pretende es protección contra enfermedades infecciosas respiratorias, que dejan a su paso muertes y padecimientos.
Dejar de dar valor real a la iniciativa ministerial que se extiende hasta el 21 de julio, será sumar preocupación y posibilidad de presencias de patologías severas.
Tener males recurrentes es exponerse a la severidad de enfermedades y todo lo que ellas implican.
Las acciones encaminadas a revertir mínimas coberturas en vacunaciones, no podrá tener éxito sino prima la conciencia ciudadana, ya que el problema de bajas vacunaciones pasan mayormente por la negativa de la gente en recibir la prevención.
Los registros oficiales del Ministerio de Salud dan fe, que los que integran la franja de riesgo de enfermedades estacionales, y otras patologías, no recurren a los servicios públicos para recibir las dosis necesarias, lo que puede seguir generando situaciones lamentables. Hay demasiada desinformación y creencias irracionales que son tomadas como palabra bíblica, pese a que quedó demostrado que teorías apocalípticas son exageradas.
El propósito es inmunizar contra determinadas patologías graves al mayor número posible de niños y adultos en franjas de riesgo, pero quienes deberían ser los principales interesados no lo entienden por vivir conforme designios de expertos de TikTok.
La conducta despreocupada de la ciudadanía ya mostró cuánto daño puede originarse y originar, por lo que al menos se debió aprender con malas experiencias.
Teniendo en cuenta que en este tiempo gripes comunes son extremas, evitar su incidencia no es traído de los pelos.
La posibilidad de acceso gratuito al beneficio y no hacerlo, es inexplicable, al menos para personas con un mínimo de sentido común.
El principal problema está en la desidia de padres de familia, y en los propios enfermos crónicos que antiguamente argumentaban dificultades para “perder tiempo” y arrimarse a los locales de vacunación, pero ahora acrecientan teorías conspiratorias de chips diabólicos.
Buscar evitar que vástagos sufran los embates de enfermedades, que en el mejor de los casos pueden dejar secuelas de por vida, es una obligación natural.
Y recurriendo a los mismos datos estadísticos, las enfermedades respiratorias tienen una terrible incidencia en situación de muerte, por lo que no medir la situación es repetir sufrimientos innecesarios.
Es inconcebible que habiendo todas las posibilidades de prevención, se siga creyendo en paranoias de insanos, teniendo aún el fétido olor de la muerte en masa ocurrida en pandemia.
Seguir sin entender la trascendencia de una vacuna, sí resulta en la verdadera acción diabólica que busca la extinción humana.